La operación
11. El clic

11. El clic


Cuando pienso en cómo ha sido el proceso de recuperación, tengo la sensación de que empecé a recuperarme en el momento en el que decidí operarme. Como si al haber tomado esa decisión algo hubiera hecho un clic, y mi mente y mi cuerpo hubiesen empezado a coordinarse para afrontar el camino hacia el cambio, hacia un estado que no sólo significaría una mejora de mi salud, sino que también me abriría otras posibilidades. Como si poco a poco me estuviese inundando por una nueva energía, guiada por la determinación y la voluntad. El clic que me hizo pasar de temer y rechazar a desear el cambio, a crear ese compromiso conmigo misma del que ya he hablado (Haciendo la maleta).

La primera vez que supe de la existencia de mis fibromas fue en 2015. En aquella época estaba muy anémica y la vida era un esfuerzo físico constante. Mi anemia era el resultado de más de una circunstancia y en algún momento también le dedicaré un post a lo que ha supuesto para mí, pero ahora sólo voy a decir que físicamente fue una época difícil, en la que sangraba muy a menudo, con y sin la regla. A veces me pasaba sangrando la mayor parte del ciclo. En esa época ya hacía algunos años que no tomaba pastillas anticonceptivas.

El trabajo me generaba mucho estrés que, junto con el cansancio físico, me hacía sentir mucho agotamiento. A pesar de esto, creo que en aquella época tenía un entorno que me proporcionaba más apoyo en su conjunto del que he tenido en los últimos años. En el laboratorio éramos muchas mujeres, de todas las edades, y a veces se creaban lazos y espacios que nos permitían compartir historias. Y normalizarlas. Lazos y espacios de respeto y empatía, y risas, y consejos, y amor. En mi trabajo y entorno actuales me he sentido mucho más sola, como mujer, y creo que, a pesar de haber estado físicamente mejor, he afrontado una etapa emocional mucho más dura que me ha llevado a alimentar y acrecentar ese rechazo hacia mi yo mujer que ya he mencionado (El rechazo). Ese rechazo que estoy tratando de deconstruir con cada post que escribo. Y al deconstruir, al entender, voy también construyendo. Voy creando una nueva versión de mí misma, una que se acepta y se quiere más, y que está dispuesta a luchar para ella misma. Siento que hasta ahora las energías de mi lucha estaban destinadas a los demás. Quiero luchar por cumplir mis sueños, y hacer de mi realidad una realidad más transparente, para conmigo misma y para con el resto. También quiero compartir, para seguir creciendo.

Cuando al fin decidí ir al ginecólogo en 2015, fue una visita muy desagradable, casi agresiva. El médico estaba muy nervioso y me atendió con mucha prisa y una actitud autoritaria que daba muy poco espacio al cuestionamiento. Me hizo una ecografía interna y decidió que tenía que operarme. También me puso bajo tratamiento con Esmya durante seis semanas, para recuperarme de la anemia y prepararme para la operación. Esmya es un medicamento que induce un estado temporal de menopausia. En aquel momento, me detectaron tres miomas: dos intramurales de 33 mm y 15 mm de diámetro, y otro submucoso de 20 mm de diámetro. A pesar de que completé el tratamiento con Esmya, no me operé. No me sentía ni segura, ni preparada para tomar la decisión. Creía que podría seguir aguantando. No entendía muy bien qué me pasaba, pero creía que podría aguantar. Ahora me doy cuenta de que nunca fui consciente de lo que realmente significaba aguantar. ¿Aguantar cuánto? ¿Aguantar cómo? ¿Aguantar hasta cuándo? Supongo que hasta que llegara una nueva etapa donde pudiera estar mejor. Creo que en ningún momento entendí la dimensión de lo que significaría aguantar. Es muy difícil anticipar las consecuencias. Yo suelo “pecar” de creerme capaz, de atreverme a poder con lo que venga. A veces creo que soy justa en la evaluación de esa capacidad, pero a veces creo que he sido muy injusta. Injusta por ignorancia, no por orgullo. Poco a poco voy aprendiendo y entendiendo, y creo que ahora sé diferenciar lo que es aguantar una injusticia de lo que es aceptar un desafío.

Más adelante, en 2017, ya con una nueva vida y un nuevo trabajo, seguía sangrando, aunque mi anemia había mejorado muchísimo. Tras una nueva revisión ginecológica, la ecografía mostraba dos miomas intramurales de 25 mm y 23 mm de diámetro, uno submucoso de 9 mm y otro subseroso de 37 mm. Los miomas iban creciendo, nutriéndose del desarreglo hormonal causado por estrés, el cansancio, y un ritmo de vida que iba en contra de mi propia biología (Víctima y culpable). Un nuevo médico volvió a ofrecerme la posibilidad de una operación, la misma que me querían hacer la vez anterior, una miomectomía histeroscópica por vía intravaginal. La operación solo eliminaría el mioma submucoso, que suele ser el tipo que da los problemas de sangrado, al encontrarse hacia el interior de la cavidad uterina. Esta vez acepté la oferta. Entendí que la operación me ayudaría a estar mejor, pero me equivoqué al pensar que yo no tendría que poner nada de mi parte. Fue como tratar los síntomas sin resolver la causa.

Aunque al principio mejoré, poco después empecé de nuevo a sangrar entre reglas. Como parte del tratamiento a seguir después de esta operación, me habían recetado ácido tranexámico, que es un agente que ayuda en la coagulación. Actualmente, aún lo sigo tomando, pero tomo mucho menos que cuando empecé, y espero poder dejarlo algún día. Ha sido de muchísima ayuda para mí, pero, al ser un agente coagulante, creo que es un medicamento al que hay que cogerle el truco para usarlo bien.

En 2019, pedí una revisión y en una nueva ecografía me detectaron tres miomas intramurales de 42 mm, 46 mm y 25 mm de diámetro, el último ocasionando una hendidura en la cavidad del endometrio, además de otro submucoso de 8mm. Los fibromas seguían creciendo, porque a pesar de la primera operación, nada había cambiado, ni el estrés, ni el cansancio, ni el ritmo de vida. En esta ocasión, dado el tamaño de los fibromas, fue la primera vez que me insistieron en realizar una operación mayor. Y como hice en 2015, la rechacé.

El médico que me atendió esta vez no estaba nervioso, ni tampoco tuvo prisa. Transmitía aburrimiento, y un extraño entusiasmo en operarme, como para salir de su aburrida rutina. Después de esta consulta, Juanpe y yo tratamos de informarnos bien de los pros y contras de una operación mayor. Yo tenía muchas dudas y él trataba de apoyarme en la decisión que yo tomara. En todas estas consultas ginecológicas a lo largo del tiempo, siempre había una pregunta que nos hacían a los dos y era que si estábamos planeando tener hijos. Si fuera el caso, siempre nos decían que las operaciones eran mucho más necesarias si queríamos evitar un embarazo de riesgo. La respuesta a esta pregunta no era ni sí, ni no. Si venían, bienvenidos eran, pero no estábamos obsesionados ni queríamos tener hijos a toda costa. Estábamos convencidos de que nuestra vida también sería plena si no los tuviéramos.

El hecho de que los médicos pusieran tanto el foco en el tema de la fertilidad y que nuestra postura no fuera un sí categórico a tener descendencia, me llevó a estar convencida de que, si no era para tener hijos, una operación mayor no estaba justificada, como si mi propia salud no fuera una causa suficiente, como si el hecho de no estar aferrada al deseo de tener hijos hiciera que no me mereciera esa oportunidad. El mensaje de los médicos hacía que yo siguiera poniéndome al final de mi propia lista de prioridades, que creyera que tenía que seguir aguantando. Nadie preguntaba por el estrés, o el ritmo de vida, tampoco por mi estado emocional.

Un año después, tras continuar con problemas de sangrado y dolores en el abdomen, acudí al médico una vez más. Creo que ya estaba llegando al límite. Esta vez, y por primera vez, me atendió una mujer, que tenía la determinación de tener el máximo de pruebas para que yo pudiera tomar la mejor decisión. La última prueba, que fue una resonancia magnética a principios de 2021, mostraba dos miomas intramurales de 60 mm y 40 mm de diámetro, ambos con hendiduras significativas en la cavidad endometrial, además de varios miomas intracavitarios de entre 3 mm y 28 mm. Si trato de hacer una relación con los resultados anteriores es difícil saber exactamente cuál es cuál. La verdad es que no creo que importe mucho, pero me sorprende.

Esta ginecóloga me ayudó a entender que la operación (Dos noches y tres días) era necesaria para mi salud, fuera o no a tener hijos. Y cuando entendí eso y acepté que yo era suficientemente importante para tomar el riesgo, el tiempo y la energía, hubo un clic. Aunque físicamente estoy ya prácticamente recuperada de esta operación, empecé a recuperarme tiempo antes, porque me surgieron las ganas de ponerme delante, de entender las causas y no solo eliminar los síntomas. Empecé a recuperarme porque decidí que quería adentrarme en una nueva manera de relacionarme conmigo misma. Y con ese clic, empezó este viaje. Estoy reconectando.

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